Los cereales y la estatalidad: Una mirada integral.
Los cereales y la estatalidad: Una mirada integral
"Las bases de subsistencia de todos los primeros e importantes estados agrarios de la antigüedad (Mesopotamia, Egipto, el valle del Indo, el río Amarillo) guardan una notable similitud entre sí. Todos son estados cerealistas: trigo, cebada y, en el caso del río Amarillo, mijo." -James Scott
"Por regla general, los estados de prácticamente todo tipo siempre han favorecido las unidades de producción de las que es más fácil apropiarse de grano e impuestos. Por esta razón, el Estado casi siempre ha sido el enemigo implacable de los pueblos móviles —gitanos, pastores, comerciantes ambulantes, agricultores itinerantes, trabajadores migrantes—, ya que sus actividades son opacas y móviles, y pasan desapercibidas para el Estado." - James Scott
"No crean que he venido a traer paz a la tierra. No vine a traer paz, sino espada. Porque he venido a poner en conflicto al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, a la nuera contra su suegra; los enemigos de cada cual serán los de su propia familia”. Mateo 10:34-36
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I. Introducción: Cereales, Estado y violencia
Los primeros grandes Estados agrarios de la historia —Mesopotamia, Egipto, el valle del Indo y el río Amarillo— tuvieron en común una base cerealista: trigo, cebada, mijo. Tal como lo observa James Scott, esta no fue una casualidad agrícola, sino una condición material esencial. Los cereales son visibles, divisibles, almacenables, racionables, transportables y, sobre todo, tributables. Esa legibilidad —la capacidad de ser cuantificados y expropiados— fue clave en la formación del Estado.
Pero esta explicación, centrada en la administración y el control, puede ser profundizada. ¿Qué ocurre si atendemos no solo a la legibilidad de los cereales, sino también a sus efectos fisiológicos y psicológicos, es decir, a lo que en principio queda fuera de la vista del Estado? Esta es la pregunta que guía este ensayo.
II. Una dialéctica más profunda: del marxismo a las contradicciones intracraneales
Desde una “geometría marxista”, podríamos decir que el individuo era la unidad mínima de análisis, sin considerar sus contradicciones internas. Marx observaba el conflicto entre clases sociales, pero no problematizaba al sujeto mismo como escenario de luchas internas. Sin embargo, si incorporamos elementos de Schopenhauer, John Gray, la neurociencia contemporánea y el psicoanálisis (como intentó la Escuela de Frankfurt), podemos pensar en contradicciones intracraneales: tensiones neuronales, emocionales y cognitivas que atraviesan cada cuerpo humano. Marx redujo la dialéctica histórica a la lucha de clases, tomando al individuo como unidad mínima de análisis. Sin embargo, esta visión ignora las contradicciones intracraneales. El ser humano no es un sujeto armónico, sino un campo de batalla biopsicológico.
Estas contradicciones se ven intensificadas bajo ciertas condiciones. Una de ellas, planteo aquí, es la dieta basada en cereales. El Homo sapiens, especie autodomesticada desde hace al menos 200.000 años, ha desarrollado una forma de violencia peculiar: una violencia proactiva, diferida, que se acumula en el tiempo y no estalla de inmediato. Al contrario de los animales salvajes, cuya violencia es reactiva e inmediata, el ser humano domesticado guarda su agresión para momentos futuros y socialmente más estructurados. Se puede definir un parámetro k sobre ello, para hablar de un déficit y deuda de violencia.
En el marxismo, parece que el conflicto se da o no se da. Existe de manera binaria cero o uno. No tiene grises. Es necesario entrar a ver cómo se resuelve el conflicto en la sociedad; más cuando es una sociedad de animales auto domesticados, que postergan la agresividad en violencia proactiva. Esto se acerca más a los planteamientos de Gaston Bouthol y la polemología, donde la guerra es una oportunidad que florezca la agresividad o frustración represada.
Lo anterior también se puede ver como la Teoría espesa del Estado donde la organización política no está para aliviar los conflictos y menos a través del derecho. Sino para que el conflicto permanezca gracias al cultivo de cereales. El Estado nació por y para el conflicto.
III. Cereales, cortisol y masa crítica
La domesticación humana se puede ver con un acento mayor con la emergencia de dietas cerealistas. Hoy sabemos que los cereales, en una proporción significativa de la población (entre el 13 y el 15%), generan estrés nutricional. Este estrés, medido en términos de aumento de cortisol en sangre, altera la química cerebral y modifica el comportamiento social. Con ello, influye las condiciones proto estatalidad, hasta llegar a una incidencia realmente estatal, a saber, supralocalidad.
Este pequeño pero significativo porcentaje de individuos estresados puede actuar como masa crítica: suficiente para alterar el equilibrio emocional colectivo y producir nuevas dinámicas de organización social. El resultado es un aumento en la densidad poblaciones que llevó a una mayor agresividad bajo confinamiento en los grandes ríos áridos consecuencia del movimiento de precesión del planeta Tierra ; además, una densidad dinámica (concebida por el sociólogo Emile Durkheim) —el número y tipo de interacciones sociales— que a su vez promueve la aparición de jerarquías, obediencia, control y, finalmente, el Estado. Podemos decir que la densidad dinámica f es función de k y el número de habitantes y la histéresis en el tiempo h: F=kph; pensar una nueva masa crítica para el análisis estructura -agencia.
Pienso que con la segunda auto domesticación, igual que algunas feministas, empezó la religión patriarcal asociada al poder y el Estado. Sin embargo, al contrario de lo que se cree, sucede porque un hombre con mayor cortisol aumenta el estrógeno en su cuerpo producto de la obesidad. Por tanto, un menor dimorfismo esa asociado a esa nueva realidad, donde por adjunción o proceso dialéctico una menor masculinidad se transforma en su contrario, una religión patriarcal y machista.
IV. Legible e ilegible: lo visible y lo oscuro
La tesis de Scott insiste en la legibilidad como criterio estatal. Pero lo visible no es simplemente lo que se puede ver, sino lo que se puede medir y cobrar. El discurso estatal asocia lo visible con lo bueno (el orden, la claridad, la legalidad) y lo invisible con lo malo (lo oculto, lo caótico, lo subversivo, lo opaco, lo soterrado, lo subterráneo, la cacería, el bosque).
Esto se extiende al plano simbólico. Para decir que algo no cumple el estándar de ciencia entonces se le llama "ciencias ocultas”, los saberes “subterráneos”, lo femenino-terrenal, son expresados con una connotación negativa, por que expresa lo que no puede ser tributado. En contraste, los cereales —ordenados, visibles, calculables— en ciencia agrícola la ley del mínimo de Liebig se ajustan perfectamente a las necesidades del Estado.
Por eso los Estados no se han fundado sobre tubérculos, que crecen ocultos bajo tierra, imposibles de tasar fácilmente, sino sobre cereales, cuyas cosechas se pueden fiscalizar, al madurar en un mismo tiempo, su producción en áreas contiguas, se puede almacenar, y dividir. No es casualidad entonces que los cereales engendren una retracción positiva para la estatalidad, con personas estresadas y mercancía más fácil para apropiarse del excedente económico por la élite.
El Estado demonizó lo "oculto" (tubérculos, nómadas, saberes femeninos) por su resistencia a la fiscalización. Lo "visible" (cereales, propiedades delimitadas) se asoció al bien, pero solo porque era tributable. Como advierte Bakunin, el Estado —incluso en su versión socialista— es un mecanismo de acumulación. Los anarquistas acertaron al identificar su esencia: "Lo soterrado es subversivo porque escapa al control". Ve a la gente amante del poder como repartidor de honores, instigador, desprecio, traicionero, conspirador, vanidoso, astuto, nunca franco o abierto, insinuaciones cobardes y pérfidas; sensible a la menor ofensa, necesidad adoración, de idolatría, descripciones para Marx el ideólogo socialismo estatalista, recuerda un comportamiento aducido como condición previa para la mismísima existencia del Estado. Acorde a lo anterior, podemos decir que existe una disposición de ánimo previa, un estado [minúscula] emocional como condición previa para a la existencia del Estado [note la mayúscula] como fenómeno político e histórico.
V. Una violencia estructural y proactiva
El estrés fisiológico no se limita al cuerpo. Se traduce en comportamientos sociales: jerarquías, humillaciones, liderazgo autoritario, competencia. La violencia proactiva se convierte en formas de dominación sutil o estructurada. A medida que crece la densidad de población cerealista y estresada, emergen nuevas formas de poder: organización política, disciplina, represión.
Así, los cereales no solo permitieron que se pudiera construir el Estado. También produjeron los tipos de subjetividad y comportamiento necesarios para que el Estado fuera posible: sujetos estresados, disciplinables, con una agresividad contenida lista para canalizarse en estructuras jerárquicas. Podemos decir que el estado fisiológico individual debe encontrar una equivalencia con el Estado político.
VI. Conclusión: más allá de la visibilidad
Esta tesis complementa y profundiza la perspectiva de James Scott. No basta con que los cereales sean visibles y tributables. Hay que considerar también lo invisible: los efectos fisiológicos, las emociones, el cortisol, la auto domesticación, la violencia diferida.
Así, la estatalidad no solo se funda en el orden y la claridad de los campos cultivados, sino en las sombras hormonales que operan en los cuerpos de quienes los cultivan. Y lo que el Estado puede ver y tributar, lo bendice. Lo que se oculta bajo tierra, lo llama peligroso.
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